Smith Wigglesworth: «Apóstol de fe»
- Resucitar a los muertos fue una de las impresionantes facetas de su ministerio.
- Para él, obedecer las creencias internas, no era una característica extraordinaria; era simplemente el fruto de la fe.
Este gran apóstol de fe anduvo en una medida tan extraordinaria de la unción de Dios que los milagros que siguieron a su ministerio sólo fueron secundarios en relación con ella. En su vida. Comenzó siendo un plomero le dio un nuevo significado a la palabra «aventura». ¿Cuál era el único requisito para la aventura? ¡Sólo creer!
Smith nació el 8 de junio de 1859 en un pequeño pueblo de Inglaterra. Aunque sus padres no eran cristianos, no hubo un tiempo en que el joven Smith no buscara a Dios. No le enseñaron a orar en su hogar, pero siempre estaba en esa búsqueda por su cuenta. Su abuela era una antigua wesleyana que creía en el poder de Dios y siempre hacía que Smith la acompañara a las reuniones.
Cuando Smith cumplió ocho años, quiso cantar en la iglesia. Al comenzar a cantar, «un claro conocimiento del nuevo nacimiento» vino a él, y comprendió lo que Jesucristo había hecho por él por medio de su muerte y resurrección. El joven Wigglesworth se convirtió inmediatamente en un pescador de almas. La primera persona que ganó para Cristo fue su propia madre.
Desde los trece años Smith participó activamente en la Iglesia Metodista Wesleyana. Su vida espiritual cobró nuevo significado, y comenzó a anhelar el Espíritu de Dios. Tiempo después, los metodistas planeaban una reunión especial de predicación, y siete jovencitos fueron invitados a participar, incluso Smith. Con tres semanas para prepararse, el joven «vivía en oración». Cuando llegó el día, tomó la plataforma para predicar durante quince minutos, y al terminar, no recordaba ni una palabra de lo que había dicho. Smith hacía un trabajo tan excelente como plomero que decidió mudarse a Liverpool, con su experiencia en plomería. Con el poder de Dios que descansaba firmemente sobre él, comenzó a ministrar a los niños de la ciudad y a predicarles el evangelio, movido por su deseo de ayudarlos.
El matrimonio
Uno de los grandes atributos de la vida de Smith Wigglesworth fue su esposa, Mary Jane «Polly» Featherstone. Polly era muy fuerte. Nunca se negaba a acompañar a su esposo, y Smith estaba de acuerdo. Dios comenzó a usarla para salvar a los perdidos a tal punto que los ministros metodistas la llamaban a evangelizar en sus iglesias, y cientos de personas se convirtieron con su ministerio. El poder de Dios descansaba poderosamente sobre ella. Empujado hacia el púlpito A fines del siglo XIX, Smith viajó a Leeds para comprar materiales para su trabajo de plomería. Mientras estaba allí, asistió a un culto en una iglesia donde se ministraba sanidad divina. Observó las maravillosas sanidades que se producían, y su corazón se conmovió. Entonces comenzó a buscar a los enfermos en su ciudad, Bradford, y pagaba sus viajes para ir a las reuniones de sanidad de Leeds.
En 1907 llegó otro punto crucial en la vida de Smith Wigglesworth. Había oído que un grupo de personas en Sunderland habían sido «bautizadas en el Espíritu Santo» y «hablaban en otras lenguas». Entonces decidió ver este fenómeno por sí mismo. Smith, buscaba a Dios con todo su corazón para experimentar este «bautismo en el Espíritu Santo», y fue a un centro de reuniones cercano del Ejército de Salvación para orar. Tres veces el poder de Dios lo abatió al suelo. Smith estaba decidido a conocer a Dios en esa área.
Aunque los ojos de Wigglesworth habían visto muchos milagros y sanidades instantáneas, él mismo no recibió esos milagros. En 1930, cuando ya tenía setenta años, sufría de tremendos dolores. Oró, pero no recibió alivio, así que fue a ver a un médico, que después de sacarle algunas radiografías le dio un diagnóstico de un caso severo de cálculos en el riñón en un estado avanzado. Su única esperanza era una operación, dado que, según el médico, si continuaba en este doloroso estado, moriría. Smith le respondió: «Doctor, el Dios que creó este cuerpo es quien puede sanarlo.
Dos años después de iniciada su batalla contra los cálculos en los riñones, Smith no se daba por vencido. En cambio, en 1932, pidió a Dios quince años más para servirle. Dios le otorgó lo que había pedido, y durante esos años, visitó gran parte de Europa, Sudáfrica y Estados Unidos. Su más grande gozo era ver la Palabra confirmada con señales y prodigios, a través de la fe de la gente. Su principal meta era que las personas vieran a Cristo, no a Smith Wigglesworth. El 12 de marzo de 1947, inclinó la cabeza, y sin pronunciar palabra ni experimentar dolor alguno, partió para estar con el Señor.

Valeria Campos

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