De perseguidor a discípulo fiel
- Su formación y conocimiento le abrieron abundantes puertas para llevar el evangelio de Cristo.
- Luego de presenciar la muerte de Esteban, el apóstol Pablo recibió las ropas de este joven mártir a sus pies.
Cuando se piensa en uno de los principales precursores del cristianismo, en la iglesia del primer siglo, sin lugar a dudas viene a la mente el apóstol Pablo. Su vida fue un ejemplo, de lo que el poder de Dios es capaz de hacer en un ser humano que se rinde a él. Sus huellas no sólo demostraron pasión y amor por Cristo, sino la transformación completa que un ser humano puede experimentar por medio del poder del Espíritu Santo.
Saulo (Shául en hebreo) de Tarso (a quien más adelante Dios, cambiaría su nombre por Pablo), nació en el año cinco en tarso, región de Cilicia (donde actualmente es Turquía). Era un hebreo religioso, fanático y se cree que fue descendiente de la tribu de Benjamín. El haberse criado en Tarso le permitió mantenerse en contacto con una de las culturas más avanzadas de su tiempo, pues esta era una ciudad de fuerte preparación académica.
Pablo contaba con ciudadanía romana, un privilegio muy importante para su tiempo. Según la cultura judía, Pablo debió aprender a leer la biblia desde los cinco años y a la vez contar con un amplio dominio de la lengua griega. Según la costumbre judía, se cree que Pablo provenía de una familia adinerada y aprendió el oficio de fabricación de tiendas.
La educación del apóstol fue muy amplia, incluso fue por formado a los pies de Gamaliel, uno de los rabinos más importantes de su época. En diversos versículos de la palabra, Pablo no sólo afirma que era fariseo sino también que era “discípulo” de los fariseos.
En un inicio, Saulo, era un verdadero devoto de la ley judía, por lo tanto, la predicación de Jesucristo le molestaba en gran manera, así como las obras que realizaba quienes profesaban sus enseñanzas. Saulo se convirtió en un aliado del Sanedrín defendiendo la ortodoxia judía, es por esta razón que inicia una cruel campaña de persecución contra aquellos que predicaban el mensaje de Cristo y que afirmaban que él era el mesías prometido de Dios.
Un día en el camino hacia Damasco, Saulo de Tarso se encuentra una luz muy brillante en el camino, algunos historiadores consideran que posiblemente, él tuvo una caída de su caballo; sin embargo, esto no se menciona en la sagrada escritura. Según el libro de Hechos de los apóstoles, al caer al suelo, escuchó una voz que le decía lo siguiente: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo la voz, más sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.» Hechos 9:1-9
Luego de este encuentro, y de quedar ciego durante algún tiempo, el apóstol Pablo, recibió la visita inesperada de Ananías, un hombre al cual el señor le había hablado mostrándole que Pablo era un instrumento escogido para padecer por Cristo y llevar el evangelio a muchas partes. Por orden de Dios, Ananías coloca sus manos sobre los ojos de Pablo y en ese momento caen escamas de ellos, luego de esto es bautizado y de esta manera como se lleva a cabo su conversión total al cristianismo.
Más adelante encontrándose la iglesia del señor Jesucristo en un tiempo de ayuno y oración, la voz del espíritu Santo vino indicando lo siguiente » apartarme a Bernabé y a Saulo para la obra del ministerio «, es en este momento cuando obedientemente les fueron impuestas las manos y el señor dio el aval para el inicio de la obra del ministerio en Bernabé y Pablo, quienes salieron a su primer viaje misionero.
Según cuenta la historia, Pablo no contaba con un físico atrayente, sus adversarios solían indicarle que «su presencia era poca cosa y su palabra despreciable «. Él mismo en diferentes episodios de la palabra, explica sobre su pequeña estatura y su débil salud.
Su temperamento era fuerte aguerrido y dominante, poseía un carácter de conquistador, impetuoso, voluntarioso y apasionado. Además, Pablo poseía también un alma con alta sensibilidad, un corazón apegado a los hombres que despertaba simpatía.
Pablo fue un escritor ingenioso, pues disponía de un conocimiento sólido y extenso de la lengua griega. El apóstol realizó tres viajes misioneros:
- Primer viaje: Del 46 al 48 d. C., saliendo de Siria, propiamente de Antioquía y regresando al mismo lugar.
- Segundo viaje: Del 49 al 52 d. C., saliendo de Jerusalén (Judea) y regresando a Antioquía (Siria).
- Tercer viaje: Del 54 al 58 d. C., saliendo de Antioquía (Siria) y llegando a Jerusalén (Judea).
Dentro de los escritos bíblicos que se atañen a la autoría del apóstol Pablo se encuentran las cartas a los tesalonicenses, corintios, gálatas, romanos, filipenses, efesios, colosenses, Filemón, Timoteo y Tito.

Valeria Campos

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