EN MI VIDA Y MINISTERIO LA GLORIA SOLO ES DE DIOS
“Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.
¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación”
Daniel 4: 2-3
Aprendí como Herencia de mis abuelos maternos a través de mi madre a honrar a los hombres y mujeres que sirven y honran al Altísimo Dios con su entrega y su servicio a Él. Más también fui enseñado para saber que sólo a Dios debemos adorar y exaltar.¡ Aleluya !
Estas verdades me fueron reiteradas en el Ministerio años atrás por mi » padre ministerial «, el Profeta Morris Cerullo; él nos enseñó a recibir con respeto el cariño y amor de la gente, pero los aplausos y las alabanzas debemos remitirlos sólo a Aquel, Quien es el Único Digno de merecer todo el Honor, toda la Honra y la Exaltación, Jesucristo.¡Amén!
En estos días de celebración de mis 65 años de vida, muchos me han expresado su amor, su respeto y su reconocimiento. Esto es bueno hacer con los que nos enseñan los caminos de la fe, nos lo demandan las Sagradas Escrituras; recordemos que la Biblia es el Manual del Reino sobre principios de Honra; practicarlos siempre, acelerará nuestro destino profético. Más una vez más, es necesario e imperativo reiterar lo que nos mueve a servir al Eterno, esto es, el establecer entre los hombres y entre los pueblos Su Alabanza y Su Adoración.
No hay nada en el hombre y menos en mí que sirva para producir milagros o transformación de vidas; excepto lo que es del Espíritu Santo.
Todo y cualquier cosa buena que podamos producir espiritualmente, sólo es posible por la cobertura y bendición de Dios. Por lo tanto, es absolutamente necesario que yo declare las maravillas que el Altísimo Dios ha hecho conmigo y a través de mí y eleve a Él y solo a Él todos los méritos y la honra debida. Para los hombres fieles sea el respeto, y sólo para Jehová Dios, sea toda la Gloria y toda la Adoración.
En mi caso particular, en todos y cada uno de mis 42 años de servir a Dios, debo testificar que no hay nada que se me pueda atribuir a mi persona o a mi poder personal; no, y no, todo lo vivido y todo lo hecho bajo la unción y el poder de los milagros, sólo es atribuible a mi Dios y Señor Jesucristo; Salvador de todos.
» Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos”. Amén.
1 Timoteo 1:17

Apóstol Rony Chaves

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