La paz de Dios

Filipenses 4:1-9

La paz de Dios se constituye en el único antídoto que puede mantener al creyente libre de los peligros y efectos dañinos que producen el afán, la ansiedad y la preocupación.

La necesidad más grande de este mundo es “de paz”. La sociedad en la que vivimos anda en una búsqueda desesperada de “paz”, ya sea en cualquiera de sus formas, por ejemplo los altos consumos de calmantes, las prácticas de meditación y relajación; son suficiente prueba. Para todos, la experiencia de paz que anhelamos no significa lo mismo, hay para quienes están en guerra que significa el cese del conflicto armado, para los que llevan vidas agitadas significa un poco de calma, de descanso o para el que está siendo atormentado significa tranquilidad interior.

En todos los casos el concepto está relacionado con ser libres ya sea de circunstancias, emociones y actividades que nos dañan. Las preocupaciones son el enemigo de la paz. Para muchos de nosotros experimentar paz es tener ausencia de preocupaciones, de esas que son dañinas, agobiantes y destructivas que a diario enfrentamos.

La palabra “afanosos”; significa simplemente preocupación pero una que llega a ser dañina a nuestra salud emocional, esta palabra también puede ser entendida como ser empujados en diferentes direcciones, por un lado nuestros miedos, por otro nuestras preocupaciones provocando así sentirnos casi ahogados en el problema. ¿Ha sentido usted como si se ahogara o asfixiara cuando está realmente preocupado por algo?

Si el concepto moderno de paz es ausencia de preocupaciones entonces en este mundo ninguno de nosotros la experimentaría; pero déjeme aquí presentarle el concepto judío y bíblico sobre la paz (shalom), el cual es totalmente diferente:

La paz para el judío no tenía que significar ausencia de problemas o preocupaciones, era un estado emocional y una actitud de vida que solo disfrutaban aquellos que caminaban con Dios.

Pablo dice que esa paz de Dios que se puede experimentar aun en medio de problemas; “guardará” nuestros corazones y nuestra mente.

La paz de Dios se constituye en el único antídoto que puede mantener al creyente libre, de los peligros y efectos dañinos que producen el afán, la ansiedad y la preocupación.

Todo creyente ha experimentado “la paz con Dios” (Ro 5:1) pero solo algunos llegan a disfrutar “la paz de Dios” en sus vidas.

Pablo no habla acerca de las condiciones para que un creyente experimente la paz de Dios, que le mantiene a salvo en medio de sus preocupaciones y necesidades, sino de que debe aprender a usar la oración como una alternativa para cuidar sus emociones.

Un creyente debe reconocer siempre que la oración ante las preocupaciones no es la “última” o “única” alternativa, sino “la mejor”.

Aprendí  que cuando recurrimos a Dios en oración después que todo nos ha fallado no solo nos damos cuenta que Dios siempre está ahí, sino que además es suficiente.

Les deseo un año 2017 muy bendecido.

87227168

anafonseca180569@yahoo.com

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Ana Fonseca

Pastora Ministerio Dame La Mano

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