Aunque el Libro del Génesis precede o antecede por mucho en cronología al Libro de Job, es muy probable que Job sea la historia de un contemporáneo de Abraham, cuyo relato se remonte a unos dos mil años antes de Cristo, es decir, de cuatrocientos a seiscientos años antes de que se escribiera el Libro del Génesis. Así que definitivamente, la descripción que ambos libros hacen acerca del Espíritu Santo antecede en jerarquía a cualquier otro pasaje bíblico.
Génesis 1:1-3 “En el principio creó Dios (el Padre, emisor de la Palabra, el Ver-bo –‘portador de verdad’ de San Juan 1:1) los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía (hb. ‘revoloteaba’; gr. ‘incubaba’) sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios (el Logos, la Palabra, el pensamiento y la voluntad de Dios expresados verbalmente –el ‘fíat’ divino que es el vehículo del poder creativo de Dios): Sea la luz, y fue la luz.”
Un monumento a la fe bíblica que contradice categóricamente al ateísmo, al naturalismo, al evolucionismo, al determinismo, al panteísmo, al arrianismo, al sabelianismo, al cientificismo, al humanismo secular y a otra cantidad inmensa de ‘ismos’ negativos, con la sola afirmación de ‘la verdad’ establecida en el fenómeno del ‘que’ y en el ‘Quién’’ de la Creación, sin detenerse a especular o a establecer teorías que hoy serían contradichas y superadas cada diez años, todas imposibles de probar fehacientemente, acerca del ‘cuando’ o el ‘como’.
En fin, lo que el cristianismo ortodoxo cree y enseña hoy acerca de la Trinidad, un solo Dios que es y se manifiesta en tres personas, no es una cuestión que se inventó San Pablo como algunos han afirmado, o que se desarrolló a partir de la reflexión de los llamados Padres o Doctores de la Iglesia y las consecuentes discusiones de los concilios por establecer los fundamentos de dicha verdad, sino algo que aparece con naturalidad en muchos pasajes y simbolismos de las Sagradas Escrituras (Luc 1:35; 3:21, 22; 2 Cor 13:14; Ap 1:4-6), siendo este el primero.
El Espíritu de Dios está ahí desde el principio, uno con Dios y ejerciendo uno de sus atributos distintivos más significativos: traer orden al caos. Dios determina, enuncia su voluntad creadora, el Verbo ejecuta, concreta la orden enunciada, y el Espíritu de Dios ordena lo creado, lo madura, lo establece dentro del ‘Cosmos’ establecido (gr. kosmos, orden –como en cósmico o cosmético). Continúa la obra creadora del Padre y del Hijo hasta alcanzar su máximo potencial y su propósito existencial (Job 26:12, 13; Sal 104:30).
Lo mismo ocurre con el ser humano. Por la voluntad del Padre existimos (Sal 100:3); por la obra del Hijo somos salvos (1 Ped 1:17-23; Ef 2:10); pero por la obra del Espíritu Santo somos perfeccionados (Tit 3:5; Fil 1:6).
Dios me les bendiga.
Teléfonos: 2460 4133 o 2460 2822/ 87073726
E-mail: franysile@ice.co.cr

Francisco Jiménez Cruz

Últimas publicaciones de Francisco Jiménez Cruz (ver más)
- La revelación progresiva - noviembre 5, 2018
- Una Visión del Presente - agosto 2, 2018
- LOS CINCO VALLES - julio 5, 2018
COMMENTS ARE OFF THIS POST