La relación con quienes le rodean le va dando forma al ser del bebé y lo van humanizando. El niño(a) busca en sus cuidadores las respuestas a sus interrogantes: Quién soy? Qué puedo hacer? Qué me ayuda? Qué es bueno para mí? Para qué soy útil? Qué es fácil para mí? Qué es difícil para mí? Qué merezco y que no? Cómo es mi cuerpo? Tengo lindos ojos? Qué clase de pareja es la mejor para una persona como yo? Hasta donde puedo llegar?
Es así que en un trabajo de a dos se va construyendo la identidad de aquel que ha nacido para ser humano y se va formando el espacio que le contiene a partir de lo que se dice de él, de cómo se acercan las personas y cómo le tratan entre otras experiencias más. Cada una de estas experiencias vividas es registrada con sumo detalle captado a través de los sentidos para reunir la “materia prima” de la que se sirve para contestar a cada una de las preguntas que en el acontecer humano surgen desde la infancia.
De esa forma se construye una identidad un “yo soy” que delimita el mundo de cada cual. Ese “yo soy” se constituye en el vehículo para moverse por la vida pero también ese “yo soy” va a limitar…
Tener una identidad y poder articular “yo soy” es en sí mismo una bendición considerando la “imposibilidad” de ciertas enfermedades mentales en cuanto a una autonomía subjetiva. La capacidad de decidir le permite al ser humano extender su mano y tomar la promesa que se encuentra en II Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.”
Es así como todas las experiencias pasadas empezarán a tener un nuevo sentido, la visión será calibrada para ver en retrospectiva el sentido de lo acontecido. Quienes hemos decidido “estar en Cristo” poco a poco nos vamos despojando de ese “viejo hombre… viciado” y vamos asumiendo la nueva naturaleza en Cristo.
De modo tal que nos vamos re-conociendo como la “justicia de Dios en Cristo”, nos transformamos irreconocibles para el mundo pero más conocidos para Dios Padre a través de una acción voluntaria de la mano de Su Santo Espíritu: la “renovación de nuestro entendimiento”
Entonces, de una relación de pareja nacemos, en una relación con el mundo nos hacemos humanos y en una relación con Jesús hijo de Dios nacemos a la vida eterna transformándonos de gloria en gloria en seres espirituales en un proceso que como “la luz de la aurora” debe ir de menos a más cada día.
Como el niño(a) mira a sus padres para encontrar sus respuestas así miremos al Padre para conocer cómo somos vistos por Él, entonces, nuestros pies se afirmarán y avanzaremos sin detenernos hacia la perfección Dios Padre.
Celular 8705 4521
Email: psicologiaconpropositocr@gmail.com

Vivian Ortiz

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