“No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre” Mateo 15:11.
No hay justificación delante de Dios para ofender con las palabras a nuestros hijos, familiares, compañeros de trabajo, etc., aunque quizá el trato no es el que deseamos. Nuestras palabras nos distinguirán. Salmo 39:1 “Yo dije: Atenderé a mis caminos, Para no pecar con mi lengua; Guardaré mi boca con freno…”.
¡Cómo necesitamos de vez en cuando el freno del Espíritu Santo, para que la boca se acostumbre a pronunciar solo los mandamientos del Señor!. La Biblia dice que si no ponemos este freno, quedamos presos en los dichos de nuestra boca (Proverbios 6:2).
Cuando estamos en un momento de angustia o de situaciones duras, es muy común expresar palabras deshonestas, porque vemos con los ojos de la carne el entorno y no con los ojos del Espíritu lo que estamos pasando. Son en estas ocasiones donde cedemos a la presión del momento y las palabras dichas son difíciles de borrar y olvidar.
Necesitamos un cambio de pensamiento para que en medio de las situaciones nuestra boca pronuncie lo que no vemos con nuestros ojos, sino profetizar lo que está por venir. Recuerde, la realidad que nosotros vivimos en un momento de consternación, no es la misma realidad que Dios está viendo.
Nuestro testimonio debe dar fruto aún en esto, los que nos oyen hablar deben saber que aún nuestro vocabulario es sano y agradable. En Efesios 4:29 leemos: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”.
¿Por qué la lengua se “desenfrena” para hablar?:
- Por la falta de perdón, un corazón que no ha sido sanado.
- Por la imprudencia.
- Por falta de Santidad.
- Por la envidia.
- Por la soledad.
- Para llamar la atención.
- Por el resentimiento.
- Por la amargura del alma.
- Porque nos gusta el chisme.
- Porque nos gusta murmurar.
- Por la desesperación en el momento de la circunstancia (Job maldijo el día en que nació, Job 3:1-4)
- Porque hay iniquidad. Job clamaba: “¿Hay iniquidad en mi lengua? ¿Acaso no puede mi paladar discernir las cosas inicuas?” Job 6:30
Debemos pedirle al Señor todos los días que santifique nuestra lengua, que nos ayude a hablar según lo que dice Su Palabra. Si hemos estado permitiendo que nuestra lengua hable sin medida en contra de alguien o aun desatando palabras de condenación hacia nuestra vida, comprometámonos con Dios en pedirle perdón y esforzarnos por corregir nuestro hablar para que su bendición nos alcance en todo momento.
Proverbios 10:11 “Manantial de vida es la boca del justo…”; Proverbios 16:23 “El corazón del sabio hace prudente su boca, Y añade gracia a sus labios”

Fabiola Castro

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