Los avances científicos han facilitado el estudio de los beneficios neurológicos que aporta la música. Gracias a las imágenes que se obtienen mediante la resonancia magnética y las tomografías por emisión de positrones, los neuro-científicos han descubierto un sin fin de datos.
Ahora sabemos que cuando una persona escucha música se activan simultáneamente múltiples áreas del cerebro. Sin embargo, al ejecutar la música el cerebro se ejercita aún más, pues la actividad neurológica se da en más áreas aun, se procesan datos diversos de manera simultánea, de modo que estas zonas se interrelacionan de forma compleja y extremadamente veloz.
De hecho, practicar un instrumento es el mejor ejercicio para el cerebro, pues activa casi todas las áreas del mismo simultáneamente. Cuando se ejecuta un instrumento se utilizan los dos hemisferios al mismo tiempo, de manera que se fortalecen tanto nuestras habilidades lingüísticas como las matemáticas, la práctica hace que la comunicación de ambos hemisferios sea cada día más eficiente, o sea, permite que los hemisferios del cerebro se comuniquen por más canales y con más velocidad entre sí. La música es el único arte en que se trabaja arte-expresión e intelectualidad matemático-espacial en tiempo real.
Estos mismos avances científicos han permitido comprobar que el trabajo sobre la tonalidad, ritmo y texto involucra la corteza prefrontal y la frontal izquierda, el cerebelo, el lóbulo temporal, el lóbulo frontal, la corteza parietal izquierda, la corteza visual, la corteza motora y el núcleo anterior del tálamo.
Como podemos ver, al practicar un instrumento se ejercita la zona motriz, la auditiva y la visual del cerebro. La disciplina del estudio cotidiano y la estructura son beneficiosas, pues hacen que el músico sea más estratégico, preste más atención a los detalles, lo que le da la facilidad de resolver problemas con creatividad y rapidez, así como de mezclar sus habilidades de interacción social teniendo a la vez rápido acceso a la información adquirida en otras áreas.
Si bien entonces, la música aporta grandes beneficios a la vida del adulto, aún más al desarrollo de habilidades para la vida presente y futura de los niños. Cantar, bailar y escuchar música, activa y refuerza su sistema sensorial lo que estimula la creación de enlaces en las conexiones neuronales. Y si queremos ir más allá, el niño que practica un instrumento se verá beneficiado en su capacidad lógica matemática, en su capacidad de expresar sus sentimientos, de organizarse, concentrarse y memorizar, la música fomenta la creatividad, la socialización, la imaginación, y todo lo anterior ayuda a mejorar la autoestima. Básicamente, la música ayuda a formar niños con mayor coeficiente intelectual e inteligencia emocional.
Una persona que desde edades tempranas se ve en la necesidad de organizar su tiempo cada día a la misma hora para estudiar, para asistir a ensayos, que se ocupa de interpretar el lenguaje musical, de decodificar en espacio y tiempo una partitura, de esforzar su capacidad neuro-motriz, su memoria, su oído, su visualización, de conocer su cuerpo, al mismo tiempo que está produciendo arte y disfrutando, va a ir convirtiéndose en un ser humano metódico, que se ocupa de los detalles, organizado, con gran capacidad de memoria y atención, sin miedo al riesgo, con buen manejo de la frustración, esforzado, más seguro y confiado, que sabe trabajar en equipo, buscar soluciones, asumir compromisos, que cada día se retroalimenta de belleza y que tiene su espacio de terapia cotidiano.
Años atrás nace la disciplina de la Musicoterapia, pues además de comprobarse que la música estimula los intelectos, se ha descubierto que beneficia la salud física y emocional. Escuchar música puede impactar positivamente nuestro sistema inmunológico. Sabemos que la música influye sobre la presión arterial, la respiración y por ende, el pulso cardiaco, incluso, hay quienes afirman que puede ayudar a calmar el dolor.
Por otra parte, todos hemos experimentado la respuesta emocional que produce la música, sabemos que esta puede hacernos sentir más felices, más tranquilos, más enérgicos así como tristes o nostálgicos. De modo que, una buena selección de repertorio puede ayudarnos muchísimo en nuestro día a día.
Especialistas como Jäncke, proponen la terapia musical neuropsicológica, pues claramente aprender a tocar un instrumento constituye una herramienta fantástica para estimular la memoria, el lenguaje, el ordenamiento espacial y la disciplina, de manera que la música beneficia el rendimiento cognitivo. De modo que la música trae grandes beneficios también a las personas con necesidades especiales.
Todo lo anterior ha hecho que cada día más padres procuren que sus hijos estudien un instrumento de manera metódica e incluso que jóvenes y adultos ingresen en programas de estudio musical no solo por el gusto que el arte musical provoca sino para mejorar sus habilidades neurológicas o como terapia.
escuelademusica@esepa.org

Keren Rodríguez

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