En la segunda carta del Apóstol Pablo a la iglesia en Corinto, escribe sobre el arrepentimiento que da Dios. En 2 Corintios 7:10-11, primero les enseña cuál es ese arrepentimiento, la tristeza que hará que cambiemos, que pidamos perdón y nos salvemos. La clase de tristeza que Dios desea que suframos y de la que no hay que lamentarse. No hay salvación sin arrepentimiento, no puede predicarse a Cristo sin predicarse el arrepentimiento, es la primera etapa en la salvación de toda persona. Si no se hace de esta forma, las personas van a padecer de otro tipo de tristeza, la cual es provocada por las dificultades de este mundo, a la cual le falta arrepentimiento, esa puede matar, resulta en muerte espiritual.
A manera de guía, el Apóstol enuncia las señales del arrepentimiento que da Dios en el versículo 11, donde encontramos siete señales claras: «¡Tan solo miren lo que produjo en ustedes esa tristeza que proviene de Dios! Tal fervor, tal ansiedad por limpiar su nombre, tal indignación, tal preocupación, tal deseo de verme, tal celo y tal disposición para castigar lo malo. Ustedes demostraron haber hecho todo lo necesario para corregir la situación.»
Solicitud: Arrepentimiento diligente y rápido. Actitud de seriedad y gravedad acerca de sus pecados. Convencimiento de que se ofende a Dios y de la seriedad de los pecados al ofender a Dios.
Ansiedad: Urgencia y ansiedad por deshacerse de todo lo malo. Deseo de probarse a uno mismo que ha cambiado, que no se sigue por el camino pecaminoso. Ahora se tiene una claridad, preocupación y deseo de volverse a Dios.
Indignación: Arrepentimiento tan profundo que causa dolor físico. Indignación hacia las cosas hechas en el pasado. Vergüenza profunda por la vida pecaminosa de antes y lo que ello ocasionó. Enojo con uno mismo por los actos realizados y por la actitud permanente a abandonar lo malo.
Temor: Temor divino que está presente al darse cuenta que se requiere desesperadamente del perdón de Dios, Salmos 130:4 «Pero tú ofreces perdón, para que aprendamos a temerte». Es la manifestación de la conciencia que comprende su ofensa a Dios: Salmos 51:4 «Contra ti y solo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo.»
Ardiente afecto: Dolor natural del alma hacia aquellos que fueron ofendidos por nuestros pecados.
Celo: El arrepentimiento verdadero produce un fervor y celo por las cosas de Dios. Se vuelve hacia la santidad, no se es tibio o de doble ánimo en las cosas de Dios.
Castigar lo malo: Buscar restaurar o enmendar lo hecho. Un deseo nuevo por hacer bien lo que estaba equivocado, es el caso de Zaqueo en Lucas 19:8. Darle la espalda al pecado para volverse al Señor Jesucristo.
¿Te ha permitido Dios experimentarlo en tu vida?

Danilo Vargas Morandi

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