El liderazgo está obligado a promover principios y valores cristianos
- En la década de los 70 el cristiano se hizo a un lado y cedió el poder de sojuzgar la tierra.
- Es hora de que los creyentes en Cristo tomen autoridad y busquen puestos de eminencia.
Es de todos conocida aquella frase que dice “la política y la religión no se mezclan”, sin embargo, lo que no es de muchos sabido es el alcance que este simple enunciado puede llegar a provocar en la dirección de un país.
Si nos circunscribimos a los primeros versos y capítulos de la Biblia podemos encontrar cómo la Palabra de Dios nos llama a gobernar la tierra, lo cual implica ser partícipes de todo cuanto en ella se desarrolle, no de forma pasiva, sino más bien desde una perspectiva activa y dinámica que permita hacer valer, en lo social, todos los valores y principios cristianos que determinan los pueblos.
En otras palabras, y para simplificar su contexto, es posible asegurar que es real la tarea que tiene un cristiano comprometido y responsable, cuando hablamos de ser generadores de ideales, buenas costumbres y toma de decisiones, es decir, por ningún lado en las escrituras encontramos un enunciado que nos aparte de la función de gobierno o de ser influencia para el país.
Ni siquiera cuando el relato bíblico referencia que “a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, es posible desmarcar el rol de un creyente en la política. Más bien en esa pequeña frase lo que se orienta es, por un lado, que hay recursos que se usan para la obra y otros que son para la nación y, por otro lado, que una persona debe estar clara de cuándo se está en un rol espiritual y cuándo se está en un rol político, sin que por ello se vea como un divorcio de roles sino, más bien, un convivir armonioso para cumplir el mandato divino que ya mencioné párrafos atrás.
Algo sí es cierto, aquella frase con la que inició este artículo es cierta solo cocinada en su propia sazón, pues una cosa es el contexto religioso y otro es el contexto espiritual. En el primero, las personas no sobreviven más allá de la estructura inquebrantable del dogma convirtiendo en pecado la convivencia de las personas en distintos roles a la vez (tal y como sucedió en la década de los 70), lo cual explica el por qué para algunos la política y la religión no se entretejen. En el segundo, el espiritual, las personas se desenvuelven primero como reflejo de la tonalidad con la cual el mismo Jesucristo dictó el mandato de ser responsables con el César (gobierno de la época) y, segundo, como reflejo de un multirol social con el cual se puede influenciar al entorno.
Entonces no hay más allá, el líder comprometido, responsable, sabio e inteligente, que sabe leer el propósito de las escrituras debe ser es una persona de influencia, siempre basado en los parámetros espirituales de los valores y principios que en la Biblia se detallan, pues es ahí, precisamente, donde confluye la responsabilidad del creyente por ser parte activa del país, es decir, no solo de las decisiones que se deban tomar para enrumbar una nación sino también de las participaciones que sean oportunas para asegurarse su cumplimiento.

Fabricio Alvarado

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